martes, 28 de junio de 2016

El Miedo A la Vida










El Miedo a la vida


Luis se levantó por tercera vez al baño, encendió un cigarrillo y se sentó en el inodoro. Tomó la revista de mes pasado y volvió a mirar por centésima vez las fotos de la modelo en la playa. Al incorporarse sintió que se mareaba, el reloj del equipo de música del dormitorio tenía las cinco y treinta, Luis se dio cuenta que ya no tenía sentido dormir, faltaban solo treinta minutos para que suene la alarma y quiso acostarse, pero no encontró lugar disponible. Su mujer, Alejandra, se estiraba a lo ancho de la cama, y dormía siempre como si nada pasara. En ese preciso momento era una suerte que durmiera y no que empezara con las preguntas que él no tenía ninguna intención de responder, sobre todo dar explicaciones de por qué no podía dormir desde hace varias noches. El día empezaba para Luis con cansancio y desgano y eso no era muy alentador para iniciar la semana, ese lunes debía ser ágil para poder planificar la venta de seguros en la empresa donde trabajaba y debía supervisar a los veinte jóvenes nuevos. Luis volvió al baño y pisó el agua que había caído al suelo después que el abriera el bidet y se mojó las medias. – ¡La puta!- Dijo, se sacó las medias y sintió frío, volvió al dormitorio, buscó las chinelas y mientras se las ponía se detuvo a mirar a su mujer estirada en el medio de la cama durmiendo plácidamente, apagó la alarma del reloj despertador antes que sonara y volvió al baño, se lavó los dientes y mientras se afeitaba observó los ojos enrojecidos y la cara demacrada, Laura dijo bajito ¿De donde saliste tan caprichosa, nena?

Y se vistió rápidamente, sin hacer ruido, con el traje gris. Se peinó con atención, ahora le llevaba más tiempo disimular la caída del pelo, miró el reloj, se le hacía tarde, apuró un poco, desenchufó el celular del cargador, lo puso en el cinto, agarró el portafolios y bajó hasta la cochera. Mientras subía al auto se acordó de Laura, “¿Cómo estará?” Paró en el semáforo y la llamó, pero no contestó nadie, tiró el celular a un costado alertado por la luz verde y agarró con torpeza el volante para avanzar en la vorágine del tránsito.

Llegó a la oficina, prendió la cafetera y preparó los papeles que debía entregar a los jóvenes. Encendió la computadora y se conectó a Internet para chequear sus mensajes, ahí estaba también el de Laura:

No me busques más, Luis, me fui a la cochinchina.

Tu hijo viene conmigo. Si tengo ganas, te escribo de nuevo.

Laura.

Que lío se armó en una semana, se arruinó todo. El era un tipo que había conquistado una linda mina que trabajaba en la misma oficina, la pasaban bien hasta que todo se complicó: La chica dijo estar embarazada de él y encima desapareció. Sabía muy poco de Laura, en realidad antes no necesitó saber nada más: Tiene un cuerpo infernal, diecinueve años y vive sola. Todo pasa muy rápido, el no tuvo la culpa tampoco que ahora la chica desapareciera así.

El le había ofrecido pagarle el aborto y ella ni contestó, lo único que hizo fue llorar y llorar.

Luis terminó tarde de trabajar, Alejandra le había dicho que volvería después de las ocho de la facultad. Apagó la computadora, acomodó el maletín y salió.

Cuando llegó a la cochera pensó que se había olvidado las llaves del auto pero las tenía en el bolsillo del saco. Desactivó la alarma, subió y encontró en su asiento un pedazo de carne con mucha sangre, sintió repulsión y asco “¿Que hacía esa cosa ahí?”. Vio un papel todo sucio que decía: Luis, así es el aborto.

Sintió un escalofrío y maldijo a Laura, limpió el tapizado del auto como pudo, puso el diario encima del asiento y salió mirando a cada lado, no se veía a nadie, por el olor fuerte de la carne debía haber sido puesta hace varias horas antes. “¿Pobre chica?” ¡Reverenda desgraciada! Ahora tenía la certeza de quien tenía el juego de llaves del auto que creyó perdido. Tanto lío por un embarazo, Laura debía estar loca de remate. Llegó a su casa con ganas de vomitar y encontró a Alejandra estudiando con un grupo de compañeros, le dijo que le había caído muy mal la hamburguesa del almuerzo y se fue a dormir sin más explicaciones. Cuando se levantó Luis, Alejandra ya no estaba y se vistió para ir a trabajar. Había pasado otra noche sin descanso y sentía el cuerpo dolorido, salió del departamento y subió al auto, llamó varias veces a Laura pero ella no atendía, fue hasta su casa, tocó el timbre y golpeó la puerta hasta que le dolieron los nudillos, pero ella no contestó. Al llegar a la oficina, investigó sus mensajes de correo electrónico pero no había ninguna señal de Laura.

Escribió

LAURA: No me jodás con tus boludeces, no seas tan inmadura y devolverme cuanto antes las llaves del auto, haceme ese favor.

Después de esto, Luis, concentrado en su trabajo, trató de olvidarse del tema a pesar que cada tanto sonara el teléfono sin que nadie respondiera y él estaba seguro de que era Laura. Decidió no seguirle el juego, tratar de ignorarla. Después de todo el no tenía ningún compromiso con ella, solo fue una calentura. Sin embargo, a primera hora de la tarde sintió cierta intranquilidad y quiso irse temprano a casa, cuando llegó a la cochera miró bien hacia los costados antes de subir al auto, por suerte no había nada raro. Revisó otra vez y salió apurado a la calle, acelerando más de lo normal.

Al llegar a su edificio, mientras esperaba el ascensor no pudo evitar la sensación de miedo al pensar con qué otra locura aparecería Laura. Llegó a su departamento agobiado, fue hasta la cocina y se sirvió un whisky con mucho hielo, mientras jugaba con los hielos del vaso, Luis se sentó en el sillón del living y encendió el televisor con el control remoto, cuando quiso apoyarlo a su costado miró aterrado sobre el almohadón un primoroso conjuntito de bebé con un cuello grande y puntillas, tiró el vaso sobresaltado por el ruido de la puerta y Alejandra que entraba gritando, gordito ¿A que no sabes quien tuvo familia? La amorosa de la profe de Física. Luis se cortó la mano juntando los vidrios.

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